sábado, 12 de septiembre de 2009

Chile recuerda a exiliados españoles rescatados por Neruda

La embajada de Chile en España dedicó una ceremonia especial a los 2 mil 300 republicanos que se salvaron gracias a las gestiones del poeta

AP
El Universal
Madrid Jueves 10 de septiembre de 2009

15:27 El mejor poema de Pablo Neruda tuvo nombre de barco: Winnipeg.

Para que nadie borre aquel episodio de los libros de historia, la embajada de Chile en España homenajeó el jueves en Madrid a los 2 mil 300 exiliados españoles republicanos que hace ahora 70 años llegaron al puerto de Valparaíso huyendo del régimen de Francisco Franco en un carguero vetusto llamado Winnipeg.
Y todo, gracias al empeño personal de Neruda.
Supervivientes de aquella travesía y numerosos ciudadanos anónimos se dieron cita en la madrileña Casa de América para rememorar aquella época a través de un emotivo diálogo y la representación de un fragmento de la obra teatral Winnipeg, el confín de la esperanza, del autor chileno Jorge Díaz.
Incluso la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, quiso estar presente en el homenaje a través de una carta remitida a su embajada en España.
``Es necesario honrar la memoria de aquellos exiliados que encontraron en Chile su segunda patria``, dijo Bachelet.
En abril de 1939, tras tres años de una sangrienta guerra civil, Franco consiguió una victoria que habría de condenar a cientos de miles de personas del bando perdedor republicano a huir de un país roto por el odio.
La mayoría escapó a Francia. Muchos llegaron a México en barcos como el Sinaia o el Ipanema. Se calcula que al menos 50 mil exiliados españoles se refugiaron en América Latina.
Pablo Neruda, consciente del drama que vivía España, logró convencer al gobierno del entonces presidente chileno, Pedro Aguirre, de la necesidad de tener un gesto con todos aquellos refugiados.
Neruda fue designado cónsul especial para la inmigración española en París. Después de arduas negociaciones y sorteando dificultades con mucho empeño, Neruda usó su influencia como poeta de prestigio para fletar un barco de libertad llamado Winnipeg.
Intelectuales, obreros, campesinos, médicos, profesores y gente de toda condición compartieron aquel buque de carga cuando zarpó del sur de Francia y que atracó el 3 de septiembre de 1939 en el Puerto chileno de Valparaíso con 2 mil 300 exiliados.
``Si me dieran un día para repetir en la vida, ese sería el día que llegué a Chile``, explicó Montserrat Julió, una de las sobrevivientes de aquel viaje.
Julió tiene 80 años y apenas era una niña de 10 cuando le tocó huir de España en aquel barco. Recuerda a los chilenos que les agasajaban con flores para darles la bienvenida.
``Del barco, recuerdo que todos los niños jugábamos y que dormíamos en la bodega``, relató. ``Volví a España, pero conservo un grato recuerdo de la gente de Chile``.
Elvira Magaña tiene 96 años y todavía cuenta con la fuerza suficiente para emocionarse al evocar esa aventura.
``Estoy muy emocionada``, dijo con un hilo débil de voz. ``La gente debe saber lo que pasó y conocer la historia``.
Una historia que Neruda nunca olvidó.

cvtp
http://www.eluniversal.com.mx/notas/625701.html

70 años del poema imborrable de Neruda


España y Chile recuerdan la llegada a Valparaíso del barco con 2.500 republicanos enviado por el poeta

NATALIA JUNQUERA - Madrid - 12/09/2009
"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie", escribió Pablo Neruda. El poema tenía nombre de barco, Winnipeg, el que él mismo envió a Chile en septiembre de 1939 con 2.500 republicanos rescatados de campos de concentración franceses. Acaban de cumplirse 70 años de la proeza. La pasajera más joven, Elena Castedo, y el embajador chileno en España, Gonzalo Martner, compartieron con EL PAÍS los recuerdos de aquella gran operación de rescate.
"Cumplí dos años el día que vimos Valparaíso", recuerda Castedo, de 72 años. "Fui la más pasajera más joven hasta que nacieron dos niños durante la travesía. Uno murió. Las condiciones higiénicas no eran muy buenas..."
El Winnipeg era un barco preparado para llevar a 78 personas. Subieron 2.500. El propio Neruda eligió por orden del presidente chileno, Pedro Aguirre Cerda, a los pasajeros con dos criterios. El primero, las habilidades de cada uno, porque la selección se llevó a cabo como una masiva entrevista de trabajo. "Necesitábamos especialistas. El mar chileno me había pedido pescadores. Las minas me pedían ingenieros. Los campos, tractoristas", escribió Neruda. "A veces, entrevistaba a algún escritor y le ponía que era abogado. Hubo una campaña de presión muy fuerte en Chile contra la llegada de 'los rojos españoles", explica Martner. "Por eso Neruda le dio aquel formato: se trataba de buscar a los españoles que pudieran contribuir con su oficio al desarrollo de Chile".
El segundo filtro eran las antipatías y simpatías políticas del propio poeta. "Neruda no fue muy generoso con los anarquistas", explica Marther. En cambio, fue benevolente con algunos de los republicanos cuyos oficios no encajaban en aquella gran operación de recursos humanos. "A uno que decía ser escritor, le inscribia como abogado. Y tiene una anécdota muy bonita con un trabajador del corcho. Neruda le dijo: 'En Chile no hay alcornoques'. Y él le contestó: 'Pues los habrá' y sólo por eso le dejó subir".
Deshechos por la guerra -"venían de la angustia, de la derrota", describió Neruda- los republicanos llegaban en trenes para subir al barco. "Las mujeres reconocían a sus maridos por las ventanillas de los vagones. Habían estado separados desde el fin de la guerra. Y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas de dramatismo tan delirantes", confesó el poeta.
Heridas imborrables
El padre de Elena llevaba consigo la humillación de haber perdido y heridas graves hechas en el frente de Madrid. Leopoldo Castedo, que luego se convirtiría en el historiador de referencia de Chile, y su padre, el abuelo de Elena, habían estado recluidos en el campo de concentración de Argèles sur Mer, al sur de Francia. Elena y su madre, en un centro de detención. Por eso, cuando años más tarde, Elena Castedo se reencontró con Neruda le saludó diciendo: "Estoy viva gracias a ti".
Estuvo a punto de no viajar en aquel barco. "No dejaban subir a nadie con infecciones y yo tenía tosferina. Mi madre temblaba mientras nos entrevistaban porque pensaban que no nos iban a dejar subir. Cada vez que yo tosía, ella me ponía la cabeza contra su falda y un señor que estaba detrás de nosotros en la cola y se dio cuenta de lo que pasaba, hablaba en voz alta para disimular".
Elena no lo recuerda. Olvidó toda la travesía porque cuando subió al Winnipeg aún no tenía edad para tener memoria. Los recuerdos que conserva se los han contado otros: su madre, su padre, su abuelo. De la misma manera, cuando regresó a España, en los años 70, no reconocía a aquellas personas que decían ser sur primos o sus tíos.
"Perdimos nuestro país, nuestra familia, nuestra casa, todo. El exilio es un descalabro. Yo le achaco a la guerra mi carácter nómada. Soy de donde vivo y vivo en muchos sitios: EE UU, Chile, España....", explica Castedo. Con ese sentimiento, el del desarraigo, escribió ya siendo abuela una novela que le valió una nominación a uno de los premios literarios más importantes de EE UU, el National Book Award y quen tituló El Paraíso.
La operación del Winnipeg fue financiada por el Gobierno Republicano en el Exilio, con Juan Negrín a la cabeza, y por los cuáqueros, una sociedad religiosa que pudió el anominato de su generosidad. Preguntado por si cree que hoy, cuando se cierran las fronteras a los inmigrantes, sería posible repetir un acto de solidaridad igual, el embajador de Chile responde: "Yo creo que sí. España ya nos devolvió aquel gesto acogiendo a los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet".

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"Nos recibieron como héroes", recuerda Montserrat Julió, superviviente del Winnipeg


domingo, 6 de septiembre de 2009

Ante todo winnipeniano


Por Ángel Carcavilla / Columnista LND
Domingo 6 de septiembre de 2009 | | LND Cultura 
Cuando me preguntan por lo raro de mis apellidos, simplemente digo que son winnipenianos. Hace 70 años llegó mi familia a Chile, arriba del barco de la esperanza (como erráticamente lo llamó Pablo Neruda). En el Winnipeg venía mi padre Antonio Carcavilla Laguarta, su hermano y mis abuelos paternos, Eduardo Carcavilla Marcuello y Carmen Laguarta Fañanas, junto al padre de mi madre Ángel Portoles Trens. Todos aragoneses, todos republicanos.
Venían de un mundo de polos opuestos, oscilante de peligro y pasión, una tierra de nadie, donde las balas redoblaban y la vida se diluía en la muerte. Venían derrotados, con sus valores personales, políticos y románticos hechos añicos, un grupo de expatriados escépticos, que aquí encontraron un mundo totalmente ajeno a su tierra natal, un lugar pacífico y amable, que les permitió entender mejor la realidad y sobre todo entenderse mejor a sí mismos.
La historia de mi familia resulta amargamente irónica, pero a la vez muy lírica, especialmente cuando hablaban de aquel mundo perdido que habían dejado atrás, una historia mítica fallida que simplemente les hacía más fácil vivir un presente igualmente fallido. Aquí se levantaron una vida tan adversa como fascinante pero, al mismo tiempo, amenazadoramente claustrofóbica, donde convivían el Chile de aquel entonces con la memoria colectiva republicana.
Fundaron el club de la república, se casaron entre ellos, y nunca dejaron de cantar las canciones de la Guerra Civil Española. Yo mismo aprendí el español del Winnipeg, lleno de modismos que desaparecieron hace años de España y antes de que supiera nada de la vida, tenía claro que el fascismo y los nacionalistas eran la peor escoria que poblaba el mundo. Crecí bajo la subversiva influencia de una bella disidente, mi abuela, a quien le escuché por años las historias de la guerra. Mis abuelos, que prometieron no pisar suelo español hasta que muriera Franco, fallecieron antes que el dictador, mi padre no alcanzó a vivir el golpe de Pinochet. El resto nos quedamos acá, nos hicimos chilenos y aunque han pasado 70 años nunca dejamos de ser winnipenianos.

http://www.lanacion.cl/noticias/site/artic/20090905/pags/20090905171654.html

jueves, 3 de septiembre de 2009

Conmemoración en Madrid 70º aniversario llegada del Winnipeg a Chile

Ministerio de Relaciones Exteriores
Embajada de Chile en España
Agregaduría de Prensa


El Embajador de Chile en España,
Gonzalo Martner Fanta


Le invita a la conmemoración del 70º aniversario, de la llegada a Chile del vapor Winnipeg con 2.500 españoles republicanos- hombres, mujeres y niños –rescatados de los campos de concentración luego de su huída a Francia, por el poeta Pablo Neruda, gestor de la travesía, por encargo especial del gobierno chileno de la época, que presidía don Pedro Aguirre Cerda.

Será un dialogo para no olvidar, en que participarán, representantes del Gobierno del Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero; sobrevivientes del Winnipeg,, así como escritores, intelectuales, hombres y mujeres de buena voluntad que han hecho de la solidaridad su forma de vida. Diego Carcedo, Monserrat Juliá, Pedro Zerolo , serán algunos de nuestros panelistas. En Chile, liderará los actos conmemorativos nuestra Presidenta Michelle Bachelet.

La conmemoración tendrá lugar en Casa de América, Sala Gabriela Mistral, (Marqués de Duero 2) el día 10 de septiembre a las 19 horas. Cerrará el encuentro una adaptación reducida de la obra de teatro “Winnipeg el confín de la Esperanza”, del dramaturgo chileno, Jorge Díaz.

Vuestra presencia es muy importante para nosotros, porque queremos en esta jornada reconocer el aporte que estos españoles refugiados brindaron a Chile, en todas las áreas de la cultura, las ciencias y el desarrollo. Se trata de registrar, que es posible extraer lo positivo de las tragedias que han golpeado a nuestros países.

Rogamos confirmar vuestra asistencia por este medio. Un saludo cordial.

GONZALO MARTNER FANTA

Madrid, 27 de agosto de 2009.

Confirmar a:
Manola Robles
Agreprensa
Embajada de Chile en Madrid,
630 90 38 79
mrobles@embachile.es